lunes, 24 de enero de 2011

Identidades. Me parece irónico que una palabra relativamente corta represente a una multitud de personas, sentimientos e incontables horas dedicadas al papel. Este libro, trabajo o un conjunto de poesías (como queráis llamarlo) lleva el nombre de Identidades porque a lo largo de cada verso, cada palabra, cada letra adopto muchas formas de ver la vida. Así pues, se observa la evolución de mí mismo causada por el paso del tiempo. Sin embargo, no descarto la posibilidad de que ésta sea simplemente, un cúmulo de hormonas que unas veces vienen y otras veces se van.

Identidades está dividido en cinco partes:
La primera se titula “Yo”. Esta parte refleja lo que viví el verano pasado, una época de tristeza causada por mi trabajo en un camping. En los poemas de esta sección, se observan multitud de versos cortos, forzados, provocados por mi escaso conocimiento sobre poesía a principios de verano.
La segunda parte lleva el título “Tú”. Ésta también representa el pasado verano. Sin embargo, refleja un verano de noche y de amor. La parte del “Tú” es mucho más sensible y romántica. Aunque, en este conjunto de poesías no todo son historias de amor, también hay algunas que tratan de amores imposibles, noches perfectas o amor desenfrenado. Es la sección más personal donde se reflejan los sentimientos de un adolescente de diecisiete años. En cada verso hay más fluidez que el anterior, en una búsqueda por eliminar los versos forzados.
La tercera es “El espacio y el tiempo”. Está formada por dos poesías en las que uno se puede dar cuenta de que todo pasa deprisa y de que cada vez se acerca más el final.
La cuarta parte es “Natura”, un reparto de poemas muy variados sobre mi realidad: paisajes, viento, calle, sonidos, ruidos...
La quinta es “Héroes”. Esta parte está formada por un conjunto de relatos cortos muy similares al Realismo sucio de los 90 y al estilo de Raymond Carver, escritor americano de los años 90. Todos los textos tratan sobre las vidas de personas que acaban en desastre.
La última parte es el anexo, es un conjunto de textos que no encajaban en los bloques anteriores, pero que se merecían tener presencia en este trabajo. Los textos son juegos de palabras que me han costado muchas horas escribirlos.
El hecho de que este libro esté estructurado, ordenado o dividido en varias partes es para que el lector lo lea y no piense que he escrito cuatro versos y los he puesto en unos cuantos folios mal grapados.

A simple vista, escribir puede ser sencillo, ya que sólo se tiene que plasmar lo primero que se te pasa por la cabeza y ya está. Es más, mi trabajo puede ser sencillo de realizar porque no necesito buscar información, sólo tengo que pensar cualquier cosa y escribirla en forma de versos. En cierta parte, esto es cierto. No tengo que buscar información en páginas web o enciclopedias, pero he usado el corazón para buscar algo mucho más importante para mí. A través de la poesía y la narrativa, investigo quién soy. Le doy mucha importancia a la respuesta sobre quién soy porque la solución es imprescindible una vez encontrada. Aunque escribir pueda parecer fácil, no lo es. Dejarse llevar por las apariencias es sencillo. De esta manera, son muchas las horas dedicadas a Identidades para lograr que cada verso sea lo más perfecto posible y que la temática sea la correcta para lograr encontrarme a mí mismo.

Cada escritor, poeta, artista pasa por un proceso de creación muy complejo. Algunos escriben a todas horas en su despacho, otros lo hacen en algún bar ruidoso de su ciudad y otros escriben en sus ratos libres. Con esto, no quiero decir que haya tres tipos de escritores, sólo quiero apuntar algunas preferencias. Para escribir un texto o una poesía sigo unos pasos inusuales. Todo empieza cuando quiero plasmar una idea o un pensamiento. En el caso de que sea narración, escribo un esbozo de la historia en un papel y las características de los personajes o sus nombres (que normalmente son americanos para hacer un pequeño homenaje a los libros de Kurt Vonnegut o Raymond Carver y a las películas de Quentin Tarantino, Guy Ritchie y David Fincher). Después, partiendo de ese papel arrugado y con dibujos de seres extraños, intento de la mejor manera posible escribir la narración. En el caso de que quiera escribir una poesía, escribo en un papel frases que se me ocurren en cualquier momento y luego, escribo la poesía en casa. Cuando tengo mis papeles llenos de ideas, me dispongo a ordenarlo todo escribiendo en el ordenador, pero no es tan sencillo. Para hacerlo, necesito que sea de noche y que en casa todos duerman. Sólo así puedo escribir, cuando sé que todos mis familiares están descansando plácidamente. De esta manera, desde el pasado verano no he dormido muchas noches porque estaba escribiendo, hasta reunir unas 40 poesías y una decena de textos. Sin embargo, una parte de estas producciones no han visto la luz por falta de calidad. Todas las poesías y narraciones se tienen que corregir, ya que nada es perfecto. Este proceso de corrección es muy largo y aburrido. Cuando uno hace una redacción para una asignatura como lengua castellana, uno suele corregir los clásicos errores ortográficos y poco más. En un libro, la corrección no es tan simple. Cuando rehago la poesía o la narración por primera vez también corrijo algún error. Pero una vez hecha la primera corrección, no pienso que la creación esté terminada. Quedan muchas horas de poner y quitar comas, cambiar palabras, modificar estructuras, perfilar frases, ajustar rimas, etc. De esta manera, he dedicado muchas horas a modificar y rehacer narraciones y poesías con la finalidad de buscar el mejor resultado posible. Sin embargo, nunca consigo llegar a la “perfección”, a causa de mi insatisfacción como escritor.
Sea famoso o no, todo artista tiene referencias. Para mí, en poesía mis grandes referencias son Pablo Neruda. Los sentimientos que me transmiten los versos de Antonio Machado también son una referencia para mí, al igual que Federico García Lorca y el uso de símbolos.
En la narrativa, mis autores favoritos son mayoritariamente americanos. Así pues, destaca el Realismo Sucio de los años 90. Mi mayor referencia en la narrativa es Raymond Carver con sus relatos cortos en los que el autor demuestra una increíble frialdad hacía sus personajes. Otros autores referentes son Kurt Vonnegut y su humor negro, J.M Coetzee y su dominio del tempo y, finalmente, Enrique Vila-Matas. Sin embargo, hay otros escritores a los que también admiro y que posiblemente me hayan influido como pueden ser: Charles Bukowski, Charles Baudelaire, Samuel Beckett y Edgar Allan Poe. Gracias a todos ellos y especialmente a R. Carver, he escrito relatos cortos muy inspirados en su estilo, como pueden ser: Asco o Soul.
Sin embargo, no todos los artistas que me ayudan a escribir como escribo son escritores. En las narraciones de “Héroes” hay algún guiño a alguna película como, por ejemplo, Magnolia de P.T. Andersen en la corta narración Asco. Debo explicar también que los apellidos de mis personajes son los apellidos de los individuos de películas como: Magnolia, Snatch: Cerdos y diamantes, Lock, Stock and two smoking barrels, El club de la lucha, Kill Bill, Rocknrolla, entre muchas otras. Sin embargo, también hay guiños a la serie de televisión Malcolm in the middle con el personaje de Malcolm Elliott en Soul, y a las narraciones de Raymond Carver con el personaje de Bill Miller en Asco.
Por otra parte, también son una referencia para mí los músicos Kurt Cobain de Nirvana y en menor medida, Patti Smith. Por eso, en Amores efímeros hay un verso que es una frase de Kurt Cobain “tómate tu tiempo, date prisa” y en Soul la protagonista se llama Patricia, Patti para sus amigos más íntimos.

Cuando escribo no busco hacer juegos de palabras como paronomasias o metáforas (A es B, A,B o B en lugar de A). El empleo de recursos literarios me sale de forma automática, producto de todos los libros que he leído, gracias a que mi familia me ha enseñado el hábito de la lectura.
La mayoría de poemas son de verso libre o riman en asonante con algún verso blanco para romper la rima. En un principio, probé a rimar en consonante, pero los versos parecían forzados. Para no estancarme en el mismo tipo de poemas con la misma estructura, intenté que los poemas de “Natura” fueran todo sonetos. Al ver que la estructura del soneto era mucho más difícil de lo que escribía anteriormente y tener que contar todas las sílabas dificultó mucho el proceso de escritura, ya que fue más lento de lo habitual porque en el soneto tenía que cuadrar todo.


En la poesía, Antonio Machado o Federico García Lorca usan un conjunto de símbolos. Por ejemplo, Lorca emplea varias palabras para referirse a la vida y a la muerte. De esta manera, para él, <luna> significaba “muerte”. <agua>, es “muerte” si está estancada y “vitalidad” si no lo está. Finalmente, <sangre> puede significar “muerte” si está derramada y “vida”, si no lo está. Por otra parte, los símbolos de Antonio Machado son similares. Para él, <tarde> es “nostalgia” y “melancolía”, los <jardines> representan la “intimidad”, <agua> es “la fuente purificadora del alma” y <laberinto> es “la imagen con que expresa su propia alma”. Intenté hacer algo parecido con Identidades, pero la complejidad que esto supone para mí no es la misma que supone para Machado o Lorca. De este modo, para ellos, dos autores consolidados es relativamente fácil crear un conjunto de símbolos en sus poesías. En cambio, para mí, tengo que admitir que supone una gran dificultad aplicar este tipo de técnicas en mis poesías.

Por otra parte, un mismo texto puede significar cosas muy distintas. Esto es así porque cada persona tiene conocimientos y experiencias distintas. Lo que quiero decir con esto es que si llegáis a leeros todo este libro no busquéis una gran complejidad. Sólo quiero transmitir ideas, pensamientos, miedos o sensaciones... Y esto no es difícil de entender. Sin embargo, sé que es normal que a cada persona que lo lea le produzca una sensación diferente. No es lo mismo que lea una poesía un chico de quince años con poca experiencia en la vida a un hombre de cuarenta. Dejando de lado la edad, las experiencias vividas y los conocimientos, sólo quiero que disfrutéis al máximo de Identidades, sea cual se vuestra interpretación.


Finalmente, creo que estaría bien explicar o definir de forma breve y de la manera más sencilla posible qué es la poesía para mí. El hecho de escribir, y escribir poesía en particular, representa mi mundo. Intento que lo plasmado en el papel sea un reflejo de mi corazón y mis pensamientos. Por eso mismo, la poesía no son meros versos. Es una forma de vivir. Me atrevo a decir que es mi diario con el que reflexiono desde el verano pasado.
Para lograr este poemario titulado Identidades, han sido muchas las veces que he corregido en las poesías algún error ortográfico; otros, de estilo; he modificado versos, he cambiado estructuras y todo para que se pueda considerar “poesía”. Pero para acabar el libro, ha sido indispensable la participación de Lourdes Domenech porque ha tenido la paciencia de leerse una y otra vez cada palabra y ayudarme en todo lo posible. También debo mencionar la ayuda que he recibido de dos profesores, José Cáliz y Joan Josep Sánchez, de mi hermano y de mis amigos más cercanos, pues me han expresado su opinión para que finalmente Identidades salga a la luz.

Ignasi Navarro

Tinta

Me siento en esa puta butaca solo1
porque las arpías mataron a los ángeles soñadores.
Escribo sobre ese cielo sucio, tumbado,
luchando contra tintados papeles.
Es el son de la pluma,
junto al tic-tac de mis tres agujas,
el baile de la bruma
y el canto de suaves rosas.
Mis tímpanos se quedaron sordos
de tanta poesía silenciosa.
Hoy mi pluma actúa de modo frenético
sobre titubeantes folios con arrugas.
Si sigo intacto es porque
los papeles se quedaron mis delirios
y mis sentimientos.
Odio mi ortografía
y tus miradas.
Mis palabras son poesía
que hunden tus fragatas.
Me vuelvo a sentar solo,
delante de las velas
que marchitan mis versos.
Me derrito entre mis llantos,
mientras forjo mi corazón en la fragua.
Ahora, avanza sobre mi cresta más alta,
con coraje,
que aquí nada es racional.
Nunca pares de sonreír y de subir
peldaños en tu linaje.

1. Nota del autor: En este caso, el “solo” actúa como adjetivo.

Todo aquello que elijo es

Si todo aquello que elijo es lo que me describe, yo elijo ser…
un papel con palabras escritas,
verdes montañas,
blancas sábanas,
acogedoras cabañas.

Una calle sin número,
un vagabundo,
un caballero con burro,
el listo cazurro.

Un artista sin fama,
un amante que no ama,
un dormilón sin cama,
un árbol falto de ramas.

Un derrochador sin racha,
de pelo con escarcha,
un perdedor sin revancha,
una ruidosa avalancha.

Un soñador sin edredones,
el silencio de las canciones,
un bohemio sin opciones,
un cuadro sin colores.

Un actor hermoso,
un anónimo que sueña ser famoso,
el novio celoso,
un carro estancado en el foso.

Soy

Soy... un poeta de adoquines,
de caricias entre cojines.
Soy... la necesidad de que te arrimes
a nuestras camas infelices.
Soy... un mal escritor,
que escribe sueños sin color.

Soy... gritos de dolor
en un mundo sin amor.
Soy… pintor de miradas perdidas,
de olor de tus camisas,
de medias sonrisas.

Soy... un mal amante
que se cansa pronto de besarte.
Soy... un borracho en el parque
esperando a que la Luna seduzca a Marte.

Soy... un nota musical que necesita cantar,
una flor nonata que quiere brotar.
Soy... la tranquilidad del mar
usando la brisa para respirar.

Soy... el arte por doquier,
las ganas de vencer al amanecer.
Soy...una Luna insatisfecha que no quiere crecer
en un mundo donde todos recuerdan el ayer.

Soy contradicciones

Soy ese chico que deambula por su pequeño barrio
Al que hasta el tiempo le mintió y por eso no tiene horario.
Soy ese que lleva gafas de sol grandes para cubrir todos sus defectos,
en una lucha constante por intentar ser el más perfecto.

Soy el eco de mis pasos que van al son de la improvisación del trompetista,
que derrocha tristeza como cuando las bombas atacan al pianista.
Soy el poeta que no escribe como sus ídolos porque ellos ya existen.
El chulo al que ni las esdrújulas lo definen.

Uno que se cree moralmente superior por ser diferente a los demás,
que se dedica a sacar las palabras del alma sin importarle el compás.
El lector empedernido que ama a la literatura,
porque piensa que la literatura le da cultura y ésta, soltura.

Soy el chico invadido por una extraña enajenación,
el arenero que entre la orilla y el mar es el nexo de unión,
el poeta depresivo que escribe en bruto cual diamante.
Soy mala persona y peor amante.

Soy esa persona introvertida que se intenta esconder encima del escenario,
el gentelman que por culpa del reloj nunca cumple el horario,
el que se cree guapo, aun sabiendo sus miles de defectos
y el que a veces quiere ser el más imperfecto.
Soy el sonido de las notas cuando canto delante del espejo con vaho,
el trabajador que está cansado de estar tanto tiempo sentado.
Soy el escritor que escribe agudas y esdrújulas sobre el papel imitándose a sí mismo,
el escritor que vuela libre sobre un ritmo.

El tímido que teme destacar,
que escribe pero al que da miedo decirlo para no gustar.
El lector que no lee en verano
porque para él, estar en la cama leyendo con el calor es algo vano.

Soy el chico al que nadie le hace caso
y que por eso deja que la vida le gane paso a paso.
El que mantiene batallas estúpidas, dialogadas y mentales con una muchacha
que cuando quiere, le da y le quita el alma.

Soy el chico que no quiere sexo si no es con amor,
que baila danzas árabes, judías y del Medievo al son del tambor.
Soy el tocado por Cupido y sus flechas,
el que antes del efímero final, ama con todas sus venas.

El yo

No busco ni el tú, ni el yo, tampoco busco el sí o el no,
sólo busco el nosotros en la cama saboreando el desayuno,
tus labios carnosos que me hacen sentir como ninguno,
y estar tumbado en la playa al abrigo de Neptuno.
Paso de los chicos que van de bohemios y de las chicas del sábado,
prefiero buscar los verbos1 de Lorca o de Machado.
Busco el déjà-vu del primer beso.
Odio las noche faltas de amor y el sexo en exceso,
al que tiene como único dios a la televisión,
los besos sin amor, el humo de mi habitación.
Para escribir, nena, mi nariz busca por todos los rincones tu aroma.
Para escribir sólo te necesito a ti, mi cuerpo no necesita droga.
No tomo nada para encontrar la inspiración en este juego,
busco tus besos y así entro en un mágico mundo nuevo.
Paso de la literatura de Herman Hesse y de mis letras,
de los cubatas y de las faldas de las niñas quinceañeras.
Quiero tu cuerpo para que me dé calor como si fueran mis sábanas,
más horas en cama, más caricias y más letras.
Soy un ser feliz y siempre que puedo intento ahuyentar el dolor,
me gusta escribir con amor.
Se ve todo más nítido.

1. Nota del autor: “Verbo” y no “verso” como pudiera pensarse.

Vida luminosa

Todo empieza con una mirada y dulces sonrisas,
sé que te quiero pero no quiero ir demasiado deprisa.
Porque no me gusta dejarme llevar por el calentón.
No te quejes demasiado, sé que soy un bravucón.
Por tus ojos, tu pelo y tu sonrisa grito ¡bravo!
Sólo te puedo prometer amor,
Te puedo ofrecer amor,
con el calor de nuestros cuerpos faltos de ropa.
Eres toda una mujer y eso se nota,
porque le das más importancia a las conversaciones
que al sexo en la cama después de unas buenas copas.
Quiero pasar más horas contigo,
con tu mirada como mi único abrigo.
Estamos bien juntos con nuestras mantas.
Quiero disfrutar contigo, hasta el fin de mis días.
Enfundados en nuestras camisas,
quiero pasear contigo sin prisas,
mientras disfruto de tus palabras, poetisa.

Cuando sea mayor...

- No sé qué hacer cuando sea mayor mamá. Sólo sé que...

Quiero ser el albañil de su sonrisa,
el músico de sus oídos,
el sastre de su ropaje
y el arquitecto de su cuerpo.

Quiero ser el pintor de sus ojos,
el bailarín de su alma,
el bombero de su corazón
y el compositor de sus tímpanos.

Quiero ser el fotógrafo de su cara,
el filósofo de su sabiduría,
el guionista de su vida
y el juez de su juicio.

Quiero ser el locutor de su locura,
el médico de su vientre,
el poeta de sus frases
y el progenitor de sus protestas.

Quiero ser su peluquero,
el soñador de su cama,
el viento de sus cortinas
y el navegante de sus mares.
Quiero ser el escultor de su perfil,
el dibujante de sus bocetos,
el diamante de su joyero
y el conquistador de sus sonrisas.

Ensueño

Sin beber, vi a mi chica de ensueño.
No recuerdo si era guapa o fea,
no recuerdo si era morena o rubia,
no recuerdo si era alta o baja,
no recuerdo si era flaca o gorda.

La vi reposando sobre mi regazo.
No recuerdo si tenía los ojos verdes o marrones,
no recuerdo si iba descalza o con tacones,
no recuerdo si llevaba falda o pantalones
no recuerdo si era plana o pechugona.

¡Qué más da cómo era!
Sólo sé que en ella había nuevas sensaciones.
La sensación de aceptar cómo soy,
la de serme fiel
y la de quereme con todo su corazón.

Me atrevo a decir,
que mi chica perfecta es sólo1 una sensación
o un sutil sentimiento que me da tranquilidad.
Si total, el físico es efímero y no sirve de nada.



1. Nota del autor: La cursiva es del autor.

Me ponen todas

“Cuanto más conozco a los hombres, menos los quiero; si pudiese decir otro tanto de las mujeres me íria mucho mejor.”
Lord Byron

Me gustan.
Da igual si son morenas o rubias,
pelirrojas o mulatas,
gordas o flacas.

Me encanta la típica rubia tetona
que reposa sobre mi cintura,
que no entiende de amargura
e ilumina mi cara oscura.

Me encanta la típica rubia tetona
que baila al son de mi corazón,
mientras en su sangre fluye ron
y ronronea pidiendo otro pequeño revolcón.

Me encanta la típica rubia tetona
y su culo suave cual miel.
El roce de piel con piel
para después recordarlo y dibujarlo en el papel.

Me encanta la típica morena
que taconea por toda la habitación.
Sabe que tiene el control de mi corazón
y es ella la que le pone toda la emoción.
Me encanta la típica morena
que en la cama me desgarra para quitarme el pantalón.
Quiere hacer el amor derrochando el corazón,
porque, “¿para qué usarlo si luego nos derrumba la traición?”

Me encanta la típica morena
con su cuerpo deportivo y su cara viciosa de nota diez.
Estilado y resbaladizo como un pez,
que me destroza por hasta la vejez.

Me encanta la típica mulata rechoncha
que me hace sonreír
en este sinvivir,
donde el más frágil ha nacido sólo para sufrir.

Me encanta la típica rechoncha.
Desnudos calentamos los pensamientos de nuestras mentes.
Trotando uno encima del otro y gimiendo entre dientes,
mientras disfrutamos del roce de nuestras pieles.

Me encanta la típica mulata rechoncha,
con sus curvas prominentes
y sus pechos exuberantes.
Me encanta la típica mulata en la cama sonriente

Me pone la típica pelirroja
de carácter tranquilo.
Sabe sosegarme cuando estoy al filo
y me obliga a ser fiel a mi estilo.
Me pone la típica pelirroja
que cabalga sobre mí sin parar.
Disfrutando en mi mundo especular,
donde los gritos de placer no paran de cesar.

Me pone la típica pelirroja
blanca de piel,
de ojos grandes color miel
y de labios carnosos con los que me besa como arancel.

Amores efímeros

La conozco sobre ese suelo gastado.
No miento si digo que parece interesante,
pero guiarme por pareceres es arriesgarse.
Tómate tu tiempo, date prisa.1
Aprovechemos la noche en la playa
mientras la Luna creciente nos mira.
De momento no me hables más,
mejor conocer el interior físico del otro
y no perder el tiempo con vocablos amorosos.
Piensa que mañana será otro día para disfrutar,
para debatir sobre la percepción de nuestra realidad
y hacerte sentir como una princesa en su palacio de cristal.
Hoy es nuestro día...
No nos conocemos, pero aun así,
somos como dos ancianos enamorados en un parque.
Es todo tan especial y tan bonito...
Es por eso que me jode este efímero adiós,
porque podría ser un hastaluego
o un nos-vemos-mañana-amor.
Si te digo la verdad, pensándolo en frío...
prefiero pasar página y buscar a otra chica
que no busque copas y esquinas.

(Des)amor

No sé cuánto tiempo más te podré tener,
sólo sé que quiero ver contigo cada amanecer.
Soy un bravucón,
pero no quiero estar con una chica cada sábado.
Si lo hago,
sé que a la mañana siguiente toca depresión,
remordimientos, melancolía, tristeza, estrés…
Y sigo así durante todo un mes,
hasta que te olvido una noche.
Por eso no creo en amores de tabernas, ni de bares.
Con una chica, no todas las conversaciones
acaban con un gran derroche de amor en el coche.
Me decanto por acabar la velada en la orilla del mar
y explicar por qué me quiero fugar de este mundo,
donde el amor está falto de identidad,
donde los corazones fomentan la infidelidad.
Prefiero el amor lento, con conversaciones dilatadas
en el sofá con el calor de nuestros cuerpos cubiertos por mantas.
Si estoy contigo, gozo de felicidad
paso de todo lo demás y te conviertes en mi única prioridad.
Todo acaba pero no me desagrada cuando sufro de desamor
porque alimenta el dolor de mi yo escritor.
Vuelven las noches y madrugadas reconfortantes,
escribiendo sin sedantes, sobre mi corazón solitario en el parque.
Sin amor, no estoy de humor y me pregunto: ¿seguir viviendo? ¿para qué?
Pero mi cuerpo se alivia cuando escribo en un papel mis ideales.

Pasan las horas

Paso las horas escribiendo,
deseando que el tiempo pare por siempre jamás.
Tus te quiero sólo son un bulo
e intento marcar mis palabras en mi Luna.

Paso las horas acostado,
mirando cómo pasan las horas,
asfixiado en mi habitáculo noctámbulo
sin fuerzas para empuñar la pluma.

Paso las horas muriendo,
con el sonido de las notas de jazz.
Estoy solo y sólo deambulo
en este mundo rudo donde todos quieren fortuna.

Vida

Todo empieza con llantos.
Acompañado por estrellas
y reos,
mientras tu navegas en tu carabela.

En seguida empieza tu letargo,
todo te parece gracioso.
Pero pronto te darás cuenta de que la vida es algo muy amargo
y al final todo aburre aunque sea novedoso.

Eres un niño lleno de sonrisas,
que empiezas a escribir tu larga vida
donde no existen las prisas.
Recuerda siempre cúal fue tu punto de partida.

No corras, que empieza tu infancia.
No revivas el mañana de ayer,
vive tu día a día
en el que no puedas perder.

Eres pequeño
y tu vida no tiene reglas.
Disfruta de tu juego
que ya te preocuparás de llegar a final de mes.

Lucha contra el tiempo para que vuelva atrás,
todo el mundo sueña con ser niño otra vez.
Se te quitan las arrugas
y rejuvenece tu tez.

Te haces mayor
a pasos de gigante.
Mientras todo gana valor
y la vida se te queda demasiado grande.
Acabas la universidad y tienes que formar una familia,
así es la vida.
Intentas recordar lo que hiciste otro día,
Has vivido tantos que se te olvida.

Dentro de no mucho nacerán tus primeras arrugas,
tendrás que levantarte pronto para ir a trabajar.
Tu mente no madura,
quiere quedarse joven reposando en el sofá.

Lucha contra el tiempo para que vuelva atrás,
todo el mundo sueña con ser niño otra vez.
Se te quitan las arrugas
y rejuvenece tu tez.

Tu vida entra en decadencia,
te ves solo en todos los sitios.
Pierdes las consciencia
entre vasos de tubo vacíos.

Llegas a tus últimos instantes,
corres en contra de las manecillas
para evitar lo inevitable
y luchar para que no te digan que deliras.

Tus últimos segundos los vives amargado,
esperando que la Muerte venga y que viaje contigo a las estrellas.
Estás sin aliento, ya no te queda vaho.
Tienes que volver a la orilla para volver de donde viniste con las carabelas.

Lucha contra el tiempo para que vuelva atrás,
todo el mundo sueña con ser niño otra vez.
Se te quitan las arrugas
y rejuvenece tu tez.

Blanco

Qué bonitas son las magnolias,
sus pétalos.
Las rosas,
sus espinas.

Qué bonitas son las selvas.
sus árboles.
Los ríos,
sus peces.

Qué convencional es el cielo,
sus nubes.
El arcoíris,
sus colores.

Qué denso es el aire,
su viento,
la luna,
su magia.

Qué tacaño es el tiempo,
sus segundos.
El dinero,
sus números.
Qué intenso es el Sol,
sus rayos.
La vida,
mi cuerpo.

Días soleados

Vivo en mi presente,
apuñalado por lanzas.
Así, mi alma se desangra
pero sigo siendo un valiente.

Me voy a la orilla,
el mar suena como una orquesta;
descanso entre la arena con mi sombrilla.

Estoy relajado, nada me molesta;
el sol brilla
mientras las olas mueren en sus crestas.

Amapolas

Crecen libremente,
sobre las aceras,
bares, tabernas…

Las amapolas nacen en cualquier parte.
Se mueven allá dónde las lleve el viento
y descansan donde no toque el sol.


Las amapolas rojas son muy valientes.
Quieren ser protagonistas
pero al mismo tiempo, inexistentes.

Las frágiles amapolas rojas mueren en jardines,
en cementerios, o en los versos.
Todos somos amapolas.

Realidad

No somos libres,
esclavos de la doble moral.
El arcoíris
es gris,
igual que el asfalto
y el cielo.
Aunque llueva,
mi esencia
y la fuente de mi juventud
están vacías.
Los corazones
bombean entre barrotes;
las estrellas,
no brillan;
el viento,
ya no mueve nuestros cabellos.
En la calle,
suena algún claxon…
pero nada cambia,
todo sigue igual.

Ciudad

El cielo es gris.
Entre chillidos,
el Sol agoniza.
Cae una buena,
no hay techo.
La nevera está vacía,
igual que mi alma.
Hay vaho en la habitación,
el suelo es barro.
Hace frío.
Las paredes no protegen
y sólo un cuerpo
es capaz de darme calor.
No hay corriente.
Esta situación sólo puede solucionarlo
un beso tierno, cálido, dulce…
Un beso femenino.

Asco

Es lunes 6 de diciembre del 1994 y hace mucho frío. Son las 7:05 de la mañana. El penetrante ruido del despertador hace rato que suena pero Bill Miller1 no se inmuta. Reposa plácidamente en la cama. Observa minuciosamente su camiseta blanca sin mangas, tiene una mancha de salsa. Se levanta de la cama y va al baño para asearse. Sin embargo, antes de llegar a su destino, frena en seco e intenta verse los pies. No puede, está demasiado gordo. El lavabo tiene un aspecto deplorable: está iluminado por una sola bombilla, las paredes están destrozadas y la cortina de la ducha no podría ser más hortera. Hoy tampoco se ducha, prefiere mirarse al espejo. Observa cada imperfección: cada día que pasa está más calvo, más flojo y con más vello en la espalda, los brazos, los hombros, el pecho y los sobacos. Se quita la camiseta manchada y la deja en el suelo. No se cambia los calzoncillos porque cree que hoy será igual que ayer, nada cambia. Sin embargo, Bill cree oportuno limpiarse sus dientes amarillentos. Todo es culpa del jodido tabaco piensa mientras se lava los dientes. Vuelve a la habitación para vestirse con el mismo traje de cada día, de lunes a domingo. Como muchos otros, Bill o Billy para los amigos, desayuna tabaco con café y a las 8 ya está dentro de su coche para ir al trabajo. Su coche gris está viejo. Es un Ford Falcon de los 60. Ya no se fabrican. El trabajo de Billy está a una hora de su casa y siempre pasa por los mismos sitios. Una vez en la autopista, enciende el segundo cigarro del día y a medio trayecto siempre va a desayunar al mismo bar de carretera. El establecimiento es pequeño con mucho humo de los puros y cigarrillos de los camioneros. No es que hagan unos desayunos buenísimos y baratos, pero su camarera está como un tren. Se llama Caroline1, Carol para los amigos. Su madre es argentina y su padre estadounidense. Es una chica rubia, guapa de cara y con un cuerpo que roza la perfección. Además, es muy joven, recién salida del high school. Allí, era la capitana del equipo de cheerleaders. No es demasiado lista, pero le bastó enseñar el escote para que sus profesores de química y física la aprobaran con muy buena nota. A principios de año intentó entrar en la universidad, pero no lo consiguió. A Bill le encanta cuando Carol se acerca a su mesa tranquilamente y le muestra esa sonrisa blanca perfecta. Él siempre pide lo mismo: un cortado y tostadas con dos huevos fritos. A los diez minutos, Caroline vuelve con el pedido de Billy y él le soba el culo, siempre lo hace. Puede tocárselo porque siempre le deja buenas propinas y ella se lo agradece así. Bill mira el reloj, tiene que darse prisa o llegará tarde. Como siempre, deja a la camarera una buena propina y ella la acepta con una sonrisa y un sensual “Adiós, hasta mañana, amor”. Él no puede evitar reírse por dentro al pensar que quizá ya no hay un mañana. Vuelve a montarse en su viejo Ford y a las 9 ya está sentado en su mesa. En la puerta de su pequeño despacho lleno de humedad pone Phil Miller y no Bill. A pesar de esto, no se queja, no se molesta para que le cambien el nombre. Billy es un tipo tranquilo, pero vive molesto. Aun así, nunca se queja. Para él, la palabra revolución no existe. No para de trabajar durante 8 horas, cada día igual. Como rutina, su jefe entra en su despacho. Mientras Bill asiente, su jefe le chilla de forma violenta. A las 5, ya de noche, vuelve a casa con su Ford destartalado. También conduce por la autopista para regresar a casa. Los mismos árboles y el mismo asfalto lo acompañan. Sólo hay dos diferencias: las luces artificiales que iluminan el capó y el cielo negro estrellado. El bar ya no está abierto, tendrá que esperar a mañana para ver a Caroline. El gordo de Billy aparca justo delante de su casa, está cansado. Piensa que debería hacer algo de deporte y ponerse a régimen, pero la comida puede con él. Abre la puerta de su casa, deja su maletín negro en el suelo y se sienta en el sofá. Está muy cansado. Enciende la televisión y se mira sus dedos. Son muy grandes, realmente gordos. Parecen salchichas.

No hacen nada de provecho en la TV. Finalmente, Bill opta por ver un concurso de preguntas donde compiten niños y adultos. Hay un niño muy listo que se llama Stanley2. Es un chico de piel blanca, pelo negro y unos ojos azules muy bonitos. Responde bien a todas las preguntas aunque parece algo tímido, cohibido por toda la presión, quizás. Llega el momento más importante de la noche; Stanley tiene que responder a la última pregunta para ganar 15.000$. Bill está muy emocionado, es increíble ver cómo un niño puede almacenar tantos datos. Stanley se relame los labios, tose y se dispone a pronunciar una simple palabra que le dará un suculento premio. En ese momento, el corazón de Bill corre su última carrera, y lo hace demasiado deprisa.
Es martes 7 de diciembre del 1994. Hace más frío que ayer. Son las 7.04 de la mañana. Suena el despertador pero nadie lo apaga. En las noticias de la CNN, el reportero narra que ayer por la noche Stanley Berry ganó 15.000 dólares. También cuenta que las temperaturas bajarán en los próximos días hasta llegar a los 0ºC. El gato de Bill mira por la ventana, todo está helado. Una fina capa de hielo cubre el coche de su amo. Acto seguido, el felino baja al salón. Bill está sentado en el sofá, no se mueve. El gato le lame los pies con su pequeña lengua. Los pies de Billy están sucios, con unas uñas amarillentas y sin cortar, pero al gato parece no importarle. Ya son las 8, él sigue estirado y no se ha fumado ni un cigarro. Debería coger el coche, pero no lo hace. Afuera, sigue haciendo frío. En el bar donde trabaja Caroline, nadie lo echa en falta. Carol sigue exhibiendo su sonrisa y sus prominentes caderas. Cuando camina todos los camioneros que desayunan allí la miran. Sigue dejándose sobar el culo. Se saca un buen sobresueldo. La mesa en la que se sentaba Bill no está vacía, la ocupan dos señores anchos de espalda. Cada uno pide dos tostadas con tres tiras de bacón y, para acompañar la ración, toman un zumo de melocotón y un café. A las 9 de la mañana, el Ford de Bill sigue aparcado delante de su casa mientras los niños van al instituto y al colegio. Su gato se pasea por toda la casa y el despertador sigue sonando. Sin embargo, el felino no se acerca a Bill, el hedor de su cuerpo es demasiado fuerte. Billy sigue sentado en el sofá y en su despacho no hay nadie. No obstante, nadie en el trabajo le echa de menos. Su jefe chilla a otro empleado con más cualificación. A las 5 de la tarde, nadie sale del despacho de Bill, pero a nadie le importa. En la autopista circulan coches, igual que siempre. En la televisión, a altas horas de la noche, hacen el mismo concurso de niños contra adultos, como cada día.
Es domingo 12 de diciembre del 1994. Todavía hace frío. Son las 10 de la mañana y el despertador sigue sonando desde el día 7. La policía entra en casa de Bill y el gato parece tener miedo de ellos, así que se esconde en un pequeño rincón de la cocina. Encuentran el difunto cuerpo del hombre más gordo de todo el barrio. Es una pena porque era joven. En su barrio, a nadie le importa la muerte de ese hombre bonachón que siempre tenía un tímido saludo para sus vecinos. Sólo le echa en falta su gato.














1. Bill Miller y Caroline son personajes de Raymond Carver.
2. Stanley es un personaje de la película Magnolia de P.T Anderson. La escena del concurso de pequeños talentos también pertenece a ésta misma.

Soul

Recuerda perfectamente cómo empezó todo. Todavía recuerda cuando firmó junto a su marido el contrato de la hipoteca. En ese momento, ella firmaba con letras muy elegantes y un pequeño corazón al final de la rúbrica. Eran jóvenes. Los primeros días con Malcolm1 en su nueva casa fueron entretenidos. Hacían el amor con frecuencia, en todas partes. Su nuevo hogar era un pozo de felicidad. Todo era perfecto, se entendían.
Patti2 era una chica extrovertida. Solía llevar vestidos caros y unas gafas de gato negras. Era una mujer elegante. En esa época, le encantaba ir a la peluquería con sus amigas. Allí, charlaban durante horas sobre los defectos de sus maridos, todo aquello que odiaban de ellos o, simplemente, hablaban sobre la próxima fiesta del barrio. Pese a que iba a la peluquería con frecuencia, siempre llevaba el pelo recogido. Tenía un aspecto serio. No trabajaba, prefería ir de compras o pasar el día con sus amigas mientras Malcolm estaba en el trabajo. Él era diferente. Odiaba arreglarse, ponerse colonia, afeitarse y todo eso. Decía que lo más importante era el interior, la ropa sólo era el escudo del alma. Casi siempre llevaba un peto azul algo viejo, pero era cómodo. Se cubría su fea cabellera con una gorra roja agujereada y siempre llevaba las mismas botas marrones que compró cuando conoció a Patti en una tienda de segunda mano. Era un tipo gordo, realmente gordo.
Recuerda los primeros meses. Se querían mucho. En ese tiempo, Malcolm era camionero, trabajaba todo lo que podía para que ella pudiera gozar de sus vicios. A él no le gustaba trabajar. De hecho, lo odiaba. Malcolm podía vivir sin grandes excentricidades, pero ella sí que las necesitaba. Si no hubiera sido por Patti, su marido no hubiese trabajado ni la mitad de las horas que trabajó en los primeros años de matrimonio. Sin embargo, la relación se deterioró rápidamente. La vida de Malcolm era su empleo y no tenía tiempo para estar con Patti. No hacía ni medio año que se habían casado, pero ya no hacían el amor. Ya no querían tener hijos. La señorita Elliott se cansó de la rutina, ya no iba a la peluquería a cotillear. No obstante, seguía con el mismo aspecto de siempre.
En un abrir y cerrar de ojos pasó el primer año de matrimonio y su relación se convirtió en un auténtico caos. Malcolm estaba fuera de casa todo el día y Patti empezó a pasar las mañanas con Ben, un antiguo compañero de clase, era un tipo guapo y rico, más elegante que Malcolm. Siempre llevaba traje y un bonito reloj. Era alto, con unos bonitos ojos verdes y siempre iba bien afeitado. Al principio, quedaban para tomar un café o para hacer la compra del súper. Aun así, pronto dejaron los bares y los supermercados para ir a casa de Malcolm a hacer el amor. El señor Elliott no sabía nada de la relación de su mujer con Ben, hasta hace diez días.

El día en que el señor Elliott pilló a su mujer montándoselo con Ben lo llamaremos Día X. Así pues, el Día X, Malcolm salió antes de trabajar. Ese día no había tráfico en la carretera. Estaba cansado y sucio, tenía ganas de llegar a casa. A pesar de todo, había sido un buen día. Malcolm se levantó feliz, con ganas de vivir. En el trabajo le habían regalado una gorra porque hacía veinte años que se había casado. La gorra nueva era igualmente roja. Parecía de béisbol, a Malcolm le encantaba el béisbol. Pese a que hacía mucho tiempo que no hacían el amor, el marido de Patti tenía ganas de llegar a casa el Día X. Quería enseñarle la gorra a la señora Elliot. Entró a casa sin hacer mucho ruido. Odiaba hacer ruido. En casa no había ni rastro de Patti. Malcolm Elliott estaba hambriento, no había comido nada en todo el día. Entró en la cocina para saquear la nevera. Entonces, vio cómo Patricia Elliot gemía de placer con Ben Shelby3. Follaban sobre la encimera, parecía que se divertieran. Cruzó su mirada con la de Patti, pero siguió como si nada. Él salió de la cocina, cogió su nueva gorra y se fue.


Ahora, todo está vacío. La casa está vacía, igual que Patti. Las maletas ya hechas están en la cocina. En la casa de los Elliott, los cajones están vacíos, sólo queda la ropa y los objetos personales de él. El único sonido de la casa es el taconeo de los zapatos de la señora Elliott. Se va a la cocina, pero no se fija en las maletas. Se sienta encima de la encimera e intenta recordar todos los buenos momentos que pasó con Malcolm. Todo sigue vacío, Patti necesita saciar su sed. Abre todos los armarios, pero no encuentra nada. Finalmente encuentra una botella de vino y bebe directamente de la botella. No quiere usar un vaso. Se tumba en el suelo, usa una de las maletas como almohada y mira al techo. No para de mirar al techo y sigue pensando cómo han llegado a tal extremo.
El corazón de Patti está vacío. Su alma está adolorida. Necesita un cigarro, pero no quiere levantarse. Está bien tumbada en el suelo. Recuerda que el primer año con Malcolm pasó rápido, pero falto de amor. Patti se levanta, se va hasta el salón para coger su bolso y se lo lleva a la cocina. Abre el paquete de tabaco y saca un cigarrillo.




1. El nombre de Malcolm es un guiño a la serie de Lindwood Boomer, Malcolm in the middle.
2. El nombre de Patti es un honor a Patti Smith.
3. El apellido Shelby pertenece al protagonista de la película Memento, de Christopher Nolan.

Naipes

Es increíble ver a un hombre aferrarse a cualquier cosa cuando está perdido, hundido en la más pura miseria.. Así pues, sin eso no es nada. Sólo así siente la vida recorrer por sus venas. Resulta interesante, ver a un hombre cuando su esposa se aleja de él, cuando sus amantes se van con otro borracho que no es él y su familia no se acuerda ni de su nombre. Así es mi padre.
Todavía recuerdo cómo era él hace quince años. En esa época, yo era pequeño. No tenía más de siete u ocho años. Mi padre fumaba demasiado. Solía llevar camisas y dejaba entrever una sucia camiseta interior. Se creía interesante, siempre andaba con unas poses de superioridad. Pensaba que con su sonrisa provocativa lo solucionaba todo. Su pelo largo estaba muy bien peinado hacia atrás. Trabajaba de lunes a sábado, diez horas cada día. Después del trabajo, se iba con sus amigos y jugaba a cartas o se iba a algún bar a beber. Aunque odiaba estar acompañado y a la gente en general, pasaba muchas horas con sus compañeros. Casi siempre llegaba tarde a casa, no le importaban los horarios. Creía que el mundo tenía que esperarlo a él. Mi madre no lo aguantaba, estaba harta de que llegase a casa borracho. Cada vez más tarde. No se duchaba con demasiada frecuencia y su aliento a alcohol barato estaba presente en toda la casa. Mi madre ya no quería follar con él. Con todo, mi padre estaba orgulloso de sus actos. Rendía muy poco en el trabajo. Trabajaba en una fábrica de salchichas. Tenía que hacer grupos de cuatro y luego su compañero Franky las empaquetaba. Cuando trabajaba, mi padre llevaba una camisa con su nombre y el logotipo de la empresa. También llevaba guantes y una redecilla para el pelo. Era patético verlo con esa ropa. Las partidas de póker nocturnas pronto le pasaron factura, la fábrica bajó el rendimiento un 75%. No mucho después lo despidieron. Así era Lenny Cole1, mi padre.

Pese a que estaba despedido y tenía tiempo de sobra para estar en casa, pasaba casi todo el día fuera de ella. Iba a jugar al póker con otros tres tipos. A veces, Lenny le decía a mamá que me acompañaba a jugar al parque. En realidad iba a jugar al póker. Yo era una pequeña tapadera y me pasaba horas sentado en un rincón mientras ellos jugaban. Parecía que la cosa iba en serio. Las apuestas no eran elevadas, pero Lenny no apostaba garbanzos como hacía con los antiguos compañeros de trabajo. Era un grupo de unas diez personas. Todos eran unos borrachos que vivían con lo que cobraban del subsidio de desocupación. Sin embargo, las partidas se acabaron rápidamente. La mayoría de los jugadores encontraron trabajos esporádicos con unos sueldos muy bajos. Al final, sólo eran cuatro jugadores. Uno de ellos era El guapo2. Todos lo conocían por ese sobrenombre. Cuando jugaba, siempre
llevaba gafas de sol y un sombrero sucio. Era un tipo rubio, muy atractivo, con barba de tres días. Un buen jugador, aunque se precipitaba en las apuestas. Le encantaba beber. Todos los bares de la ciudad conocían a El guapo. Sin embargo, nadie sabía su nombre de pila. Trabajaba en un taller de coches, pero se largó cuando empezó a ganar partidas de póker.
La segunda jugadora era Marla3. Era una chica muy reservada, que compartía sus problemas con el alcohol. Siempre pedía ron, le encantaba. Marla no había trabajado nunca. No tenía domicilio y pagaba su bebida con el dinero que conseguía en la calle y con lo poco que ganaba en las partidas de póker. Era una chica misteriosa. Todos creían que era drogadicta. Sin embargo, en las partidas nadie preguntaba nada. Si alguien quería compartir una experiencia lo hacía, pero nada más.
El tercer jugador era Mickey4. Era pintor, lo hacía realmente bien. Dejó de pintar cuando pilló a su mujer montándoselo con otro. Era un tipo peculiar, muy delgado. Siempre iba bien afeitado y llevaba unas gafas viejas. De los cuatro jugadores, Mickey era el más reservado. Nunca hablaba, sólo quería ganar dinero para comer y beber. Alguna vez mencionaba algo sobre sus cuadros, pero poca cosa más.


Recuerdo que quedaban cuatro veces por semana. Pero la mejor partida era la del sábado. Ese día siempre se jugaban mucho dinero. Sus vidas tenían sentido gracias a la partida del fin de semana. Si alguno de los jugadores no tenía dinero suficiente, se jugaba un coche o tal vez la casa de su madre. Siempre era lo mismo: la misma mesa, el mismo humo, pocas palabras, complementos para tapar la cara y una gran cantidad de dinero en medio de la mesa.

Todavía recuerdo el último día que fui a ver cómo jugaban. Había más tensión que nunca. Nadie decía nada, todos miraban al centro de la mesa. A causa del humo, lo veía todo borroso. El sonido de las llaves de mi padre al contactar con la mesa retumbó en mi cabeza. Se estaba jugando nuestra casa y yo estaba allí, sentado en una esquina, observando cómo el poder y la avaricia recorrían las venas de Lenny. Era la única forma que tenía para sentirse vivo.
Horas más tarde, my madre y yo nos trasladamos a un pequeño pueblo de Pennsylvania.

1. Lenny Cole es un personaje de RocknRolla, película de Guy Ritchie.
2. En las películas de Guy Ritchie, suele haber un personaje que es conocido por el sobrenombre de “El guapo”.
3. Marla es una de las protagonistas de la película más importante que ha dirigido David Fincher, El club de la lucha.
4. El nombre de Mickey es un pequeño guiño a la película Snatch: cerdos y diamantes.

Martin Vail

Martin Vail nació en Seattle, en el año 1965. Sus padres trabajaban en una fábrica de coches. Se conocieron allí cinco años antes del nacimiento de su hijo. Fue un auténtico flechazo. El señor Vail se enamoró del físico de su futura esposa. Todo lo que llegó después es obvio: miradas, cenas, algún beso, más cenas, años compartiendo piso y Martin.
El pequeño de los Vail era un tipo gracioso. Lucía una melena castaña que iba a juego con sus grandes ojos verdes. Siempre hacía alguna tontería. Era divertido verlo jugar con esos pequeños zapatitos de niños pequeños y ese peto color azul claro. Tenía unos labios carnosos, perfectos para dar besos. En 1970 empezó a ir a la escuela. Era un chico listo, pero odiaba hacer manualidades. Solía decir que él quería ser grande y esas cosas eran para los niños pequeños. Siempre fue maduro. Los Vail estaban orgullosos de él. Tenían suerte de tener un hijo como Martin, se puede decir que era un ejemplo a seguir para los demás chicos del barrio. Sin embargo, toda la suerte se acabó el día del décimo cumpleaños de su hijo. El pequeño estaba jugando con sus amigos en la calle. En ese instante, una mujer de 50 años se suicidó tirándose desde un octavo piso y cayó encima del señor y la señora Vail. La mujer murió al instante. Los padres de Martin, unas horas después en el hospital. El pequeño Vail lo vió todo y sólo tenía 10 años.
Con 10 años, Martín todavía era un niño de melena castaña y esos ojos verdes. Sin embargo, no tenía padres ni ningún familiar cercano. El Estado decidió que una vecina cuidaría de él hasta su mayoría de edad.
La adolescencia de Martin Vail sin sus padres fue dura. Ya era grande, pero echaba de menos a sus padres. Aún sacaba buenas notas, era un chico apuesto. Sin embargo, tenía grandes problemas de concentración. Odiaba el deporte, pensaba que era un puro espectáculo en el que dos equipos se enfrentaban sin sentido alguno. Tocaba la guitarra en un grupo de rock con unos chicos del barrio. Hacían un par de conciertos al año. Era un buen grupo, pero a Martin le daba igual si eran buenos o no. Él estaba en el grupo porque era un reclamo para las chicas, a ellas les llamaba la atención este tipo de cosas. Así pues, gracias al grupo y a su físico ligaba bastante durante su adolescencia. Sus ligues siempre eran chicas muy guapas, con mucho pecho y un buen culo. El grupo no duró más de dos años porque Martin se cansó de tocar. Sólo era una tapadera para ligar con chicas. Además, tenía que centrarse con los estudios. Su tutora legal le decía que si no sacaba buenas notas lo echaría de casa. Ella quería que Martin fuese algo importante en esta vida, creía que era listo. Aspiraba a algo más que a acabar trabajando en el típico bar de carretera. A los 18 entró en la universidad para estudiar Economía. Era su sueño. Siempre había querido saber
cómo se movía el dinero. Odiaba el dinero, pero representaba el poder absoluto en este mundo. Estudió durante 4 años en Seattle y después hizo un máster. Seguía con su melena, sus ojos verdes y esos labios besucones perfectos para tocar la trompeta. Era atractivo, muchas chicas lo miraban en la universidad. Sin embargo, a él ya no le interesaban las chicas. No se había enamorado nunca y odiaba la posibilidad de hacerle daño a una chica. Después de la universidad, encontró trabajó en una empresa de Seattle. Dejó de vivir con la tutora que lo había cuidado durante 16 años para mudarse a un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. Sin embargo, el crecido Vail echaba de menos a su tutora legal. Intentaba ir a visitarla una vez por semana y se comían un pastelito juntos. Martin le explicaba todo a su tutora y ella asentía con la cabeza.

Trabajaba 5 días a la semana, 6 horas cada día. Su empleo consistía en ordenar las facturas de la empresa y era el chico de los recados. Sin embargo, el jefe le había dicho que con un poco de suerte podría ser el contable. Allí conoció a Amy, la hija del jefe. Era una chica guapa, muy interesante. Cuando Martin llevaba un mes trabajando, le ascendieron. Estaba contento y para celebrarlo invitó a Amy a cenar. Con ella, Vail se encontraba bien. No tenía preocupaciones. Creía que se había enamorado por primera vez en su vida. Quedaban con regularidad, miraban películas y hablaban sobre libros. Para Amy, Martin Vail era el hombre ideal. Era guapo e inteligente, sabía cómo actuar en cada situación. Todo era perfecto. Por primera vez en su vida, Martin creía que todo iba bien y no fallaba nada.
Sin embargo, un mes después murió su tutora legal. A Martin le dolió su muerte. Ya no tenía familia alguna, no podía agarrarse a nadie si pasaba un mal momento. Sólo tenía a Amy y su relación no era demasiado estable. Entró en una gran depresión. Empezó a beber mucho para olvidar todo el dolor que había pasado anteriormente. Ya no le importaba la economía o los grupos de música. Se dejó barba para tapar esos labios tan sensuales y se cortó el pelo. Martin había cambiado mucho. Cuando bebía solía ponerse agresivo con Amy.
Una mañana, Vail agredió a su novia e intentó estrangularla. Así pues, la pelea acabo cuando ella perdió el conocimiento. A las pocas horas estaba sin trabajo y entregado totalmente al alcohol. No volvió a saber más de su jefe y la hija del jefe.

Tenía que pagar la hipoteca del piso, así que buscó trabajo. Pese a su excelente currículum nadie se atrevía a contratarlo. El fuerte hedor de alcohol estaba demasiado presente en su persona. Vendió toda su ropa cara para poder comprar vino barato. Siempre iba sin afeitar, con la misma camisa blanca y un pantalón negro. Daba auténtico asco. En un mes, el banco empezó a mandarle cartas explicándole que si no pagaba se quedarían con el piso. Unas semanas después, Martin Vail estaba viviendo en la calle. Era extraño. En apenas unos meses, su vida se había degradado completamente. Había pasado de ser la mano derecha de
una empresa de Seatlle a ser un borracho vagabundo. Vivía con las limosnas que le daban los transeúntes. Para pasar las horas, dibujaba cosas tristes. Siempre lo hacía en blanco y negro. Algunas veces alguien le compraba algún dibujo y Martin se lo gastaba en copas o en algún snack para comer. Cuando llevaba unos 3 meses en las calles de Seattle encontró una guitarra en el contenedor. Era una Telecaster, estaba rota y le faltaban un par de cuerdas. Sin embargo, todavía sonaba. Martin la quería para pasar las horas y conseguir alguna moneda.

Martin fue un adolescente prometedor, rozaba la perfección. Ahora pasa frío en la calle e intenta olvidarse de ello pintando y tocando algo de música. Cuando tiene algo de dinero compra whisky para olvidar sus penas. Así es Martin Vail, un hombre venido a menos.

Palabras por encajar

Antes de abandonar a mi amada y arremeter alboroto alguno, mi alma aún aspira aire árido. Sé que las arcadas atemorizadas como algas atentarán contra mi almohada. Mi almohada que anhela ascuas de amor. Aún ando por el ático para mirar el álbum, cuando tú eras mi amada, mi alijo que se aquieta en el altar con algún aroma de los astros. 

Estoy bien, sin bolsa, ni bombas, ni banderas. Soy un borracho buenachón que brinda por la bondad. El bumbum de mi bombo se ha ido al otro barrio. La bombón de la barra del bar siempre sera banal.

Estoy cansado de críos de ciudades caras, que quieren cannabis para tener caché, pero compran césped. Mi cáscara está cansada cuando corroboro que chicos de catorce se creen con capacidad para dar caladas a un cigarrillo, pero sólo son críos. Tengo esa cicatriz en el corazón, que corrobora que la codicia es cara y encontrar la calma en el cielo es algo cansado.

No soy un dandi, pero soy depresivo y deambulo entre doce damas los domingos de diciembre. ¿Yo? Nada decente. Soy un débil decimal y soy dócil cuando una dama me da toda su dulzura y deja denominarse “Dulce”.

Las estructuradas estrofas no me esperan en la estación. Estoy en otra encerrona, eso me endurece mi estado emocional y estoy exhausto de ese exceso de extravíos de mi esencia. Eso lo empeora, falto de emoción por el ejercicio. Un elocuente escritor que espera encerrarse en mi espacio, escribir en mi estancia y estropear escenas explicadas en mi encéfalo.

Farfullo en folios sobre mi falo. ¿Fama? No. Estoy fofo como una foca y soy un fusil cuando firmo frases en mi folio. Falsos fantasmas fantasean con finas féminas que no lleven falda. Soy un feo sin forma que fuma rodeao' de flores.

Soy un guapo galán que ejerce como un gafe gato gris. Un gorrón con ganas de guarras para que gocen de mi glande. En mi globo ya no tengo ganas de ganar.
Soy un hábil humorista hablador sin hogar que pone el hierro en el horno. Un huracán. Un hombre sin harén. Harto de estar en la hamaca sin hablar hasta hibernar.

¡Qué inútil es la iglesia, los impuestos y los insultos! Soy un irónico intruso, inculto e incauto. Un ilusionista que imprime impresos por un interés por la igualdad. Estoy irritado pero intacto en este invierno insano. Invítame a ingerir tu ingle, ¿qué más da que sea un idiota?

Jadeo como un jabato mientras las jotas bailadas por Julia me dejan en jaque. No es justo que un joputa tenga más joyas que Jordania. Un joven que juzga tu jerga aunque no sea jurado. No tengo jabón para enjabonar mi jeta. Mi juicio es una jungla y sólo me queda un jarro y un jersey.

No tengo ni ka ni kappa. Pierdo kilos corriendo kilómetros buscando algún kiosko. Soy un kan o un káiser de corazón kurdo.

Soy parecido a un lobo de luto sin lomo, a un ligón con labia que tiene la llave de la lluvia y la luna, a un ladrón de legañas, a un leñador en un lago, a un lector con un libro de Lorca, a la libélula reflejada en mi lagrimal mientras vuela encima de la lápida.

Mal macho. Aunque parezca mentira, no hay modo de ir a misa. Soy un manco sin mangas. Falto de mantas que me cubran de mentiras. Tú eres la maga que hace que mis males mengüen. Soy un mentiroso que carece de males con tu mechón.

Estoy bien sin novia, ni navidad. No soy nuevo en esta nube con mi nariz de nazareno y mi nuez. No quiero niñerías. Necio soy, pero hagamos nuestro nido natural de nuevo. Quiero navegar entre la nieve como la niebla entre la naturaleza.

Me considero objeto de odio, cuando me orino en los obispos. Soy odioso, obsceno, oxidado, y falto de olfato. Vivo mi propia odisea en el Olimpo. Espera que en octubre ya tocaremos el oboe para las ocas.

El mundo está falto de pan y paz. Me cago en esos pijos de paja que pagan pose y pasta por el poder del PP. Quiero vivir en París, con pasta, una pluma y una piba con mucho pecho, bonito pelo y que me quite las penas sin prisa en un parque lleno de pinos.

No sé qué me quema pero siempre me quejo. Quizá es el queroseno o puede que sea las quimeras. Soy un quejica que no quiere quirófanos ni quinielas que me hagan entrar en quiebra.

Paso del rácano rey. Mis rasgos son los de un reo sin rumbo en su romántico río. Un redactor que rutila con rosas rojas, mientras mi rubia real ronronea con el ron y nuestras rozaduras rítmicas son demasiado ricas. Sin rencor, rompamos el reloj para relajarnos en nuestros roces y recapacitar, pensando que contigo quiero seguir el rumbo recto.

Eres mi sol. Y sólo sonrío cuando serpenteo en nuestras sábanas para acercarme a tus senos. Susurrémonos sonrisas en el sofá del salón sin sonar serios. Soy un sucio santo que silbo todos los sábados en el sillón.

Soy un tábano cuyo tórax tirita por el terror. Soy terso pero el tabaco me tapa y toco techo, de aquí viene mi temor. Mi testa está ocupado por mi tejana que me toca el torso con tacto y temo que sea tarde y deje de ser tierna.

Eres mi Úrsula ubicada en el umbral. Perdóneme usted si me ubico el último pero he sufrido demasiados ultimátums. Quiero juntarme con ella y crear una unión al unísono.

Con mi voz voraz vuelo cuando formo vocablos. Mi velero es valiente, lástima que la vela no note el viento. Me siento vacío cuando mi vieja no viene a verme y los únicos que me acompañan son mis vecinos y mis versos. No tengo valor. Si vomito tengo que volver a los vasos de vodka y me quedo sin virtudes. No quiero votar, ni ser votante.

Soy duro como el waterpolo y paso de Washington D.C, el WOW, la web y el western.

La verdad es que soy xenófobo con los xenófobos porque soy un xolo cuya xola es xinca.

Odio los yanquis que gozan de yate. No tengo yelmo, pero disfruto con el yeyé de los 60. Me relajo con el yoga para después aplicar las llaves de yudo. Paso de yogures y yuyubas. Soy un yuyero que se derrite cuando va hacía tu yugular.

Soy un zaborrero que se encarga de vender en el zacatín. Me zambullo entre zangas. Soy un zaino zaguero que solo quiere zafiro. No uso zapas, ni zancos mientras zampo una zandía. Soy un zapatero zapatudo que quiere el zen mientras busca zarpar. Quiero llegar a ser un buen zurujano sin zumbarme a demasiadas zorras.

Borracho se escribe con ch

Sólo sé que soy un borracho con una chaqueta chabacana y un chal1 colgado en el cuello. En mi espíritu hay un chacal solitario que se chacotea2 de muchos chicos. Soy tú chalán3 que pinta tú porche a escondidas. Soy un borracho de noche, no me va el rollo de chutarme en pleno día. Por descorchar botellas de champán en plena noche lunar te perdí. Ahora sólo puedo imaginar tu chocho, la escarcha de tu pelo y mis labios rozando tus pechos. Es de noche, es hora de bajar todos los chamones4 en chándal a charlar entre los chillidos de chiquilicuatros y los chasquidos de los gitanos. El frío llega y me enfundo la chupa mientras me chingo5 otra de Chivite6. Gracias a eso, consigo olvidarme mínimamente de ti. Todavía no estoy del todo borracho y consigo recordar esas tardes de verano en las que nuestros pies estaban enfundados por chanclas bajo un chincalé7. Tengo la necesidad de olvidarte, propongo a mis cheros8 empezar con la de J&B para acabar con una de Irache8. Finalmente, la borrachera se apodera de mi cabeza. Me siento sucio cual chatarrero y quiero irme bien lejos. No veo nada de tan borracho que estoy, pierdo mi chauchera9 en alguna acera y el malestar me acecha. Soy un ebrio charlatán que pota encima del alquitrán y forma un charco de J&B, Chivite e Irache. Me voy a hacer chis10, pienso que me he quedado sin ti, chata, sin que me achuches cada noche en mi cama y que no voy a gozar de salud nunca más porque tú eras mi chamán11.


1. Paño de seda o lana.
2. Burlarse de alguien.
3. Pintor.
4. Niño o adolescente.
5. Beber.
6. Marca de vino.
7. Amigo, compañero.
8. Bebida alcohólica.
9. Monedero.
10. Hacer pis.
11. Hechicero dotado de poderes sobrenaturales para sanar.