lunes, 24 de enero de 2011

Asco

Es lunes 6 de diciembre del 1994 y hace mucho frío. Son las 7:05 de la mañana. El penetrante ruido del despertador hace rato que suena pero Bill Miller1 no se inmuta. Reposa plácidamente en la cama. Observa minuciosamente su camiseta blanca sin mangas, tiene una mancha de salsa. Se levanta de la cama y va al baño para asearse. Sin embargo, antes de llegar a su destino, frena en seco e intenta verse los pies. No puede, está demasiado gordo. El lavabo tiene un aspecto deplorable: está iluminado por una sola bombilla, las paredes están destrozadas y la cortina de la ducha no podría ser más hortera. Hoy tampoco se ducha, prefiere mirarse al espejo. Observa cada imperfección: cada día que pasa está más calvo, más flojo y con más vello en la espalda, los brazos, los hombros, el pecho y los sobacos. Se quita la camiseta manchada y la deja en el suelo. No se cambia los calzoncillos porque cree que hoy será igual que ayer, nada cambia. Sin embargo, Bill cree oportuno limpiarse sus dientes amarillentos. Todo es culpa del jodido tabaco piensa mientras se lava los dientes. Vuelve a la habitación para vestirse con el mismo traje de cada día, de lunes a domingo. Como muchos otros, Bill o Billy para los amigos, desayuna tabaco con café y a las 8 ya está dentro de su coche para ir al trabajo. Su coche gris está viejo. Es un Ford Falcon de los 60. Ya no se fabrican. El trabajo de Billy está a una hora de su casa y siempre pasa por los mismos sitios. Una vez en la autopista, enciende el segundo cigarro del día y a medio trayecto siempre va a desayunar al mismo bar de carretera. El establecimiento es pequeño con mucho humo de los puros y cigarrillos de los camioneros. No es que hagan unos desayunos buenísimos y baratos, pero su camarera está como un tren. Se llama Caroline1, Carol para los amigos. Su madre es argentina y su padre estadounidense. Es una chica rubia, guapa de cara y con un cuerpo que roza la perfección. Además, es muy joven, recién salida del high school. Allí, era la capitana del equipo de cheerleaders. No es demasiado lista, pero le bastó enseñar el escote para que sus profesores de química y física la aprobaran con muy buena nota. A principios de año intentó entrar en la universidad, pero no lo consiguió. A Bill le encanta cuando Carol se acerca a su mesa tranquilamente y le muestra esa sonrisa blanca perfecta. Él siempre pide lo mismo: un cortado y tostadas con dos huevos fritos. A los diez minutos, Caroline vuelve con el pedido de Billy y él le soba el culo, siempre lo hace. Puede tocárselo porque siempre le deja buenas propinas y ella se lo agradece así. Bill mira el reloj, tiene que darse prisa o llegará tarde. Como siempre, deja a la camarera una buena propina y ella la acepta con una sonrisa y un sensual “Adiós, hasta mañana, amor”. Él no puede evitar reírse por dentro al pensar que quizá ya no hay un mañana. Vuelve a montarse en su viejo Ford y a las 9 ya está sentado en su mesa. En la puerta de su pequeño despacho lleno de humedad pone Phil Miller y no Bill. A pesar de esto, no se queja, no se molesta para que le cambien el nombre. Billy es un tipo tranquilo, pero vive molesto. Aun así, nunca se queja. Para él, la palabra revolución no existe. No para de trabajar durante 8 horas, cada día igual. Como rutina, su jefe entra en su despacho. Mientras Bill asiente, su jefe le chilla de forma violenta. A las 5, ya de noche, vuelve a casa con su Ford destartalado. También conduce por la autopista para regresar a casa. Los mismos árboles y el mismo asfalto lo acompañan. Sólo hay dos diferencias: las luces artificiales que iluminan el capó y el cielo negro estrellado. El bar ya no está abierto, tendrá que esperar a mañana para ver a Caroline. El gordo de Billy aparca justo delante de su casa, está cansado. Piensa que debería hacer algo de deporte y ponerse a régimen, pero la comida puede con él. Abre la puerta de su casa, deja su maletín negro en el suelo y se sienta en el sofá. Está muy cansado. Enciende la televisión y se mira sus dedos. Son muy grandes, realmente gordos. Parecen salchichas.

No hacen nada de provecho en la TV. Finalmente, Bill opta por ver un concurso de preguntas donde compiten niños y adultos. Hay un niño muy listo que se llama Stanley2. Es un chico de piel blanca, pelo negro y unos ojos azules muy bonitos. Responde bien a todas las preguntas aunque parece algo tímido, cohibido por toda la presión, quizás. Llega el momento más importante de la noche; Stanley tiene que responder a la última pregunta para ganar 15.000$. Bill está muy emocionado, es increíble ver cómo un niño puede almacenar tantos datos. Stanley se relame los labios, tose y se dispone a pronunciar una simple palabra que le dará un suculento premio. En ese momento, el corazón de Bill corre su última carrera, y lo hace demasiado deprisa.
Es martes 7 de diciembre del 1994. Hace más frío que ayer. Son las 7.04 de la mañana. Suena el despertador pero nadie lo apaga. En las noticias de la CNN, el reportero narra que ayer por la noche Stanley Berry ganó 15.000 dólares. También cuenta que las temperaturas bajarán en los próximos días hasta llegar a los 0ºC. El gato de Bill mira por la ventana, todo está helado. Una fina capa de hielo cubre el coche de su amo. Acto seguido, el felino baja al salón. Bill está sentado en el sofá, no se mueve. El gato le lame los pies con su pequeña lengua. Los pies de Billy están sucios, con unas uñas amarillentas y sin cortar, pero al gato parece no importarle. Ya son las 8, él sigue estirado y no se ha fumado ni un cigarro. Debería coger el coche, pero no lo hace. Afuera, sigue haciendo frío. En el bar donde trabaja Caroline, nadie lo echa en falta. Carol sigue exhibiendo su sonrisa y sus prominentes caderas. Cuando camina todos los camioneros que desayunan allí la miran. Sigue dejándose sobar el culo. Se saca un buen sobresueldo. La mesa en la que se sentaba Bill no está vacía, la ocupan dos señores anchos de espalda. Cada uno pide dos tostadas con tres tiras de bacón y, para acompañar la ración, toman un zumo de melocotón y un café. A las 9 de la mañana, el Ford de Bill sigue aparcado delante de su casa mientras los niños van al instituto y al colegio. Su gato se pasea por toda la casa y el despertador sigue sonando. Sin embargo, el felino no se acerca a Bill, el hedor de su cuerpo es demasiado fuerte. Billy sigue sentado en el sofá y en su despacho no hay nadie. No obstante, nadie en el trabajo le echa de menos. Su jefe chilla a otro empleado con más cualificación. A las 5 de la tarde, nadie sale del despacho de Bill, pero a nadie le importa. En la autopista circulan coches, igual que siempre. En la televisión, a altas horas de la noche, hacen el mismo concurso de niños contra adultos, como cada día.
Es domingo 12 de diciembre del 1994. Todavía hace frío. Son las 10 de la mañana y el despertador sigue sonando desde el día 7. La policía entra en casa de Bill y el gato parece tener miedo de ellos, así que se esconde en un pequeño rincón de la cocina. Encuentran el difunto cuerpo del hombre más gordo de todo el barrio. Es una pena porque era joven. En su barrio, a nadie le importa la muerte de ese hombre bonachón que siempre tenía un tímido saludo para sus vecinos. Sólo le echa en falta su gato.














1. Bill Miller y Caroline son personajes de Raymond Carver.
2. Stanley es un personaje de la película Magnolia de P.T Anderson. La escena del concurso de pequeños talentos también pertenece a ésta misma.

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